Quizá la piel se te desgrana ahora
en el roce de otros dedos
que acarician las huellas de mis manos
como si suyo fuera el recorrido.
Mientras yo, ni despierto ni dormido,
repaso mi incertidumbre en una oscuridad polar,
recostado sobre la escarcha que deja en el alma
el tiempo cuando se lo ha perdido.