jueves, 14 de mayo de 2015
DESDE LA VENTA por LEONOR CIERI
Desde la ventana veo pasar
la Caridad y detrás la Gratitud.
Veo pasar la Tristeza perseguida por
la Alegría y el Júbilo tomados de las manos.
Veo pasar un puñado de tierra abonada y
detrás, saltando, un grano de trigo.
Veo en la oscuridad una luz que nace
de una estrella, iluminando mis Sueños que
pasan rápidos, huyendo de la Realidad.
Veo pasar muy lentamente a la Esperanza
para dejarse alcanzar por
la tan ansiada Paz.
domingo, 10 de mayo de 2015
LAS PALABRAS por SILVIA BALBUENA
Las palabras
“…sin embargo cuando lo perdió, no compartió con la familia el duelo…” del cuento “Los objetos” de Silvina Ocampo
Tenía objetos entrañables. Capturados en sus expediciones por los mares del mundo. Guardados de sus juegos infantiles.
Atesorados de entrañables regalos. Objetos que acariciaba con sus manos, con sus pensamientos, que engalanaba con sus sonrisas. No quería compartirlos, eran de ella, de sus momentos, de sus sabores y sinrazones. De sus ganancias y sus pérdidas. De sus albores y sus atardeceres. De sus historias.
Los fue guardando meticulosamente. Escondidos de las burlas de sus padres, de las sátiras de sus amigos, de las manos revoltosas de su hermano menor. Aislados del paso del tiempo. Eran testimonios de momentos, cuentas desenhebradas en sus laberintos, pasadizos de sus entrañas.
Pero un día los años la ganaron, espacios conocidos desaparecieron, miradas escudriñadoras se alejaron y los objetos perdieron su razón de existir. Y así, inexorablemente, como suceden las estaciones o los ciclos de la luna, sucedió: los objetos perdieron su materialidad. Y se transformaron en palabras, en un abstracto simbólico. En una entelequia que sólo le pertenecía a ella.
Hasta que un día, encontró que esas palabras que eran sus cenizas, empezaron a circular en ideas, en frases, en versos.
Necesitó escribirlas y así resultaron brasas, llamas, fuegos.
Las siente fuegos fatuos con sus contradicciones. Son una esperanza, una meta. O un desconcierto, un siniestro. A veces desea salir a capturarlos, los ve que se agarran a paisajes, se enroscan en sensaciones, se deshacen en gases violentos. Desea que esos fuegos fatuos no se le escapen, no la engañen, que la iluminen aunque sea tenuemente. Tiene miedo de mirarlos, que la enceguezcan, que la oscurezcan con su fugacidad. Que la rodeen y la ahoguen. Pero los necesita, los persigue.
A veces percibe que en el interior más ígneo de esos fuegos fatuos, arde la llama de lo perenne, del vencimiento de la muerte.
Sabe que los objetos transformados en palabras, textos, poemas, que aprendió a escribir y compartir, son eternos, perdurables, que vencen a las no presencias, a la muerte. Y que no tendrá necesidad de duelo ni dolor de ausencia. Las palabras y los fuegos seguirán allí.
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