Atraída por
las voces de las cancionetas, emergió. Su sensual cola escamada, plena de olas
y de sales, brilló con tornasoles con la fuente plateada colgada en ese
infinito de terciopelo negro que no conocía. Movió su cabeza. Gotas de diamante
se deslizaron por su larga cabellera dorada y cayeron como sucesivas cuentas
sobre la roca en la que se sostenía. Confundiéndose en sus esplendores con las
iridiscencias de la mica.
Allá a lo
lejos, estaba el viejo barco pescador. Las redes tendidas buscando la presa
variada que dé sustento a la familia. Los músculos tensos sosteniendo las
cuerdas, acomodando los cajones, izando y replegando las velas. El gesto adusto
transformándose con las notas que emergían de sus voces.
Tuvo un deseo
intenso, irrefrenable: ver de cerca esos hombres que allá adivinaba. Tensos y
suaves. Rudos y mansos. Viriles y tiernos.
No sabía qué
hacer. Nadar hasta allí le iba a ser fácil, era su medio, su mundo. Podría acoplar
sus sonidos encantadores a la nostalgia de esos versos que escuchaba, encontrar
una mirada profunda para fundirse en la claridad y ternura de la suya,
amalgamarse en un hechizo de amor con sus senos esbeltos apoyados en el pecho
musculoso del pescador.
Pero supo,
inexorablemente como se saben las cosas simples y definitivas, que su cola era
su estirpe, su galardón, su raza. Y que ésa no podía ligarse en el crisol de
otra esencia.
No soñó más.
Desdibujó la luna, sorbió el mar de todos sus tiempos y se sumergió para
continuar en el mundo de los cuentos.
Allá en
cubierta, el pescador más joven, aquel en el que bullía el mundo de los sueños,
vio un destello en la negrura del mar. Y sin saber por qué, sintió un temblor
que, en medio de la inmensidad y la fuerza, le dijo que el amor y la pasión
existen.
2 comentarios:
La esperanza nacida de la desesperanza: un canto a la vida, que siempre continúa. Muy bello!!!
Gracias, Clide. Recién hoy lo veo y me emocionó. Estamos reabriendo el blog, ya aparecerán nuevos textos.
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