Usted me recuerda a Ben, él era así como usted. Trasmitía todo lo que estaba sintiendo. Un detective astuto e intuitivo. En un caso difícil de resolver, fue con su compañero recogiendo las pistas. Preguntando a todos sus allegados. Porque después de observar detenidamente aquella habitación no encontró nada.
El asesino se había cuidado de no dejar ninguna rastro. Ningún signo de su presencia. La habitación incluso estaba cerrada por dentro. Fue como si habiendo hecho su trabajo hubiera desaparecido por arte de una perversa magia.
Lo único que quedaba entonces era preguntar a los allegados del cadáver.
¿Adónde salía? ¿Tenía enemigos? ¿Muchos amigos? ¿Amaba a alguien? ¿Odiaba? ¿Cuándo fue la última vez que la vio?
Pero Ben también sabía que no hay que fiarse demasiado de las declaraciones de esta gente, porque siempre terminan omitiendo algo ínfimo y que para nosotros es demasiado importante. O bien mienten descaradamente, para tapar algo.
Por ejemplo recuerdo a
Claro que ésta recibía una especie de soborno para que no la delatara al consorcio, ya que su departamento era una casa de citas.
Confesó también que la mujer tenía un perro. Un Gran danés gris oscuro al que ejercitaba un paseador dos veces al día. Al volver de su recorrida, dejaba durante una hora a los otros perros atados a la reja o se los encargaba a ella a cambio de un helado de chocolate y crema.
Pero el muchacho no pasaba a buscar a Terry desde hacía una semana, y tampoco se lo había escuchado ladrar en los últimos días.
Que coincidencia, pensó en voz alta Huck, el muchachito no pasa a buscar al perro que deja de ladrar ¡hmm!.
- ¿Cómo dijo? preguntó la portera.
El ayudante de Ben, masticando aún como buen sabueso la última pista, la mira con los ojos entrecerrados, y continua con el cuestionario.
- ¿Algo más puede aportar a esta investigación? tal vez recuerde algún hecho que le resultara extraño.
La mujer suspiró en forma apesadumbrada, le dijo que nada raro sucedió después, restregándose las manos nerviosa porque debía continuar con sus tareas.
Aún faltaba el informe del forense y del Laboratorio Científico de Criminalística. Algo deberían aportar. Mientras tanto, una nueva inspección del lugar del crimen llamó la atención de Huck: en un rincón de la salita, tras una cortina había como una ermita. Estaba dedicada al Gauchito Gil. Había una imagen de porcelana de él, unas botellitas y unas tiras de seda roja. Quizá, pensó Huck, una reminiscencia del pasado de rutera de la víctima. Pero cuando averiguó sobre la identidad del resto de los residentes del edificio y supo que el noveno piso era de Pablo, se dirigió hacia allí. Ante el planteo de Huck, Pablo respondió sacando una Lugar 7.65 y acariciándola le dijo:”te acompaño hasta la puerta “Mientras en una mano sostenía el mate con el escudo de Boca, con la otra lo abrazaba amigablemente.
Ben se encontraba recorriendo el edificio en busca de alguna pista, y Huck temía por su llegada. La que sin duda podía provocar una reacción inesperada por parte de Pablo.
-¿“Te molesta si enciendo un cigarrillo?” prorrumpió Huck.
-“Enciéndelo” contestó Pablo, ahora apuntando a Huck con su pistola. “pero luego tendrás que marcharte”, prosiguió
Huck encendió su cigarrillo y arrojó muy cuidadosamente la cerilla por el sin fin de las escaleras. “..Ahí va una pista para ti Ben, espero que acudas en mi ayuda” pensó sin vacilaciones.
Sin dejar de apuntar a Huck; Pablo dejó su mate sobre una mesita junto a la puerta de la habitación. “Ahora vamos, andando...” continuo Pablo con la voz poseída por el efecto de su último mate.
Ben, que se encontraba recorriendo la planta baja en busca de algún indicio advirtió una caja de cerillas esparcidas a lo largo de la alfombra – sin duda Huck fue muy astuto al realizar esta maniobra – entonces advirtiendo este detalle Ben miró hacia arriba y vio como una leve nube de humo de cigarrillo venía descendiendo por las escaleras; detrás venían Huck y su escolta, el extraño habitante del 9º piso.
Rápidamente se ocultó en el hueco formado por debajo de los escalones finales y la pared, para que nadie se enterase de su presencia y así poder observar que estaba pasando. Grande fue su sorpresa al descubrir que Huck iba encañonado por el individuo en cuestión. Por precaución dejó que su compañero se retirase del lugar, previas palmaditas en la espalda de parte de su acompañante, que giró sobre sus talones, guardó el arma entre las ropas, para esta vez dirigirse al ascensor. Ahora pensó Ben, las cosas se complicaban aún más. Había reconocido a aquel tipo. Lo tenía visto muchas veces en los noticieros de la televisión.
Tuvo que hacer un esfuerzo para recordar en dónde, cuándo y porqué lo había visto.
¿Dónde?- seguro en un canal de televisión.
¿Cuándo?-posiblemente en un tiempo cercano.
¿Por qué motivo?-eso no lo recordaba en éste momento.
No era muy afecto a quedarse frente al televisor, según él, era tiempo perdido, sobre todo con las programaciones groseras y burdas que se ofrecían diariamente.
Alguna noticia sobre "asesinato complicado" le llamaba la atención y escuchaba los comentarios de los periodistas esperando sacar alguna tajada.
De pronto, un "flash" vibró en su cabeza y vio nítidamente el rostro del desconocido. ¡Cuál no sería su asombro al comprobar que el personaje aludido era nada más y nada menos que Pablo Echague, criminalista de fama archiconocida. Editó un libro que se hizo "bet-seller" por la teoría de que si uno prepara minuciosamente la escena es posible llegar al crimen perfecto.
El título del escrito era -" ¿Existe el crimen perfecto?
Una pregunta se hizo Ben bastante intranquilo-¿Que carajo tendría que ver éste Pablo Echague con el asesinato que estaba investigando?
Cuando volvieron a encontrarse con Huck, Ben le comentó lo que sabía de Pablo Echague. A lo que él le respondió que al salir del edificio investigando y preguntando había dado con un vecino de esa cuadra, y conversando como al pasar le comentó que el tal Pablo tenía conocimientos de hipnotismo. Que sabía practicarlo con un muchacho paseador de perros, que según él mismo le contara que lo sabía hipnotizar y hacía cosas en ese estado, que él tal Pablo le contaba luego de despertarlo.
Cavilando los dos sobre estos descubrimientos conjeturaban la hipótesis de que la mujer podría haber estado bajo su influencia y antes de herirla de muerte, le hubiera ordenado que cuando él saliera cerrara bien la puerta.
Pero también el asesino podría haber estado bajo la misma influencia ¿sería así? ¿Quién la mató? Uno de los dos seguro. El perro se lo podría haber llevado al irse, pues el can lo conocía ¿pero dónde lo habrían llevado, en dónde lo habrían dejado?
Tendrían que buscar al paseador de perros e investigarlo. Hacerle sutiles interrogatorios, buscar un psiquiatra que se especializara en tratamientos hipnóticos, según lo que pudieran conjeturar y lo consideraran necesario.
Ellos dos eran buenos detectives y así estaban sumergidos en ese caso.
Porque una cosa tenían cierta, para ellos uno de los dos, y porque no los dos eran culpables, ¿pero quién?
A través de los vecinos lograron ubicar al paseador de perros. Éste era un joven de 27 años, de buen aspecto, sin antecedentes policiales. No obstante ello, se mostró muy nervioso durante el interrogatorio. Admitió su relación laboral con la occisa negando cualquier vinculación con el hecho de sangre. Pese a sus declaraciones y a su rostro de inocencia Ben no dejaba de preguntarse porque Terry se encontraba en su poder.
De pronto todo se aclaró. Mirando con dureza a Ramiro,( el paseador de perros ), lo detuvo por homicidio en primer grado.
Ud. Se preguntará como descubrió el caso.
Ben, como ya le dije, era muy astuto, tanto como usted. Atando los cabos sueltos, encontró que el culpable era Ramiro, éste con la ayuda inocente de Pablo aprendió todo lo relacionado con crímenes y adiestramiento de animales, así entrenó a Terry y al mismo tiempo se ganó la confianza de la víctima, quien no atinó a defenderse cuando le asestó la mortal puñalada, rápidamente se apoderó de sus joyas y ahorros, las colocó en un bolso, junto con el puñal , acomodó y cerró la puerta con llave, limpiándola cuidadosamente, luego dio una orden a Terry. y éste comenzó a ladrar, acto seguido se escondió tras el cortinado del altar del Gauchito Gil.
Lo demás ya lo deducirá: alguien violentó la puerta al no obtener respuesta, el macabro hallazgo lo impactó, salió corriendo escaleras abajo gritando. Todos en la casa estaban ocupados en sus “quehaceres”. Ramiro aprovechó a escapar por los fondos, el perro lo siguió y ya no se separó de él.
Bien, ya es hora, no hagamos esperar a la justicia, ya dispondré de tiempo para contar otras historias a mis compañeros de prisión.
AUTORES: LILIANA VÁZQUEZ, VÍCTOR RESTA, MABEL DÍAZ, PATRICIA TORRES, MARÍA ELENA FUSTER, MATÍAS COZZI, MARÍA CRISTINA ZAMORA, MARÍA DEL CARMEN COTRO, MARCELINO NAVAILLES, ALBERTO AICARDI Y ROSA GÁLVEZ.
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