Caminando en esta oscura soledad sin fin, el miedo era su único amigo.
Con las manos frías y esa sensación de ahogo, seguía caminando, paso por paso, centímetro por centímetro. Respiraba el fin, olía el fin y suplicaba que nunca acabase y que no sufriera.
Paró, era el destino fijado, la hora exacta. Esperó, cerró los ojos, rogando que ya termine.
Paró, era el destino fijado, la hora exacta. Esperó, cerró los ojos, rogando que ya termine.
El tiempo se hizo eterno y al fin la oscuridad desapareció. Una luz, un ruido ensordecedor y una bocina le dio el adiós a una vida llena de lágrimas y traumas.
El tren fue su cómplice asesino.
El tren fue su cómplice asesino.
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