martes, 15 de enero de 2013





EL AGUA MANDA
En una época lejana, cuando el mundo aun era niño; el Gran espíritu de la Vida se presentó a los hombres.
Reunió a miles de ellos, para darles la bienvenida a sus dominios de la “Tierra sin mal”.
Entonces el Gran espíritu les pidió que juntaran agua entre sus manos y la sostuvieran todo lo que pudieran soportar. Luego explicó que les sería muy útil y necesitarían de ella para  casi todas las labores  importantes en sus vidas.
Los hombres le obedecieron y allí permanecieron reunidos atesorando su agua.
Pero con el paso del tiempo la tarea se les hizo insoportable, y hacia el final de aquel día los dedos de sus tenaces manos comenzaron a abrirse, y el agua a escurrirse lentamente entre ellos.    Y por más que las apretaron y lloraron al verla derramada, no lograron retener ni una sola gota.
Entonces el Gran espíritu acudió a ellos;  y sosteniendo un lago cristalino entre sus poderosas
manos comunicó a los hombres que aquel agua no les pertenecía.
Entonces les dijo:
_ El agua será de los  pueblos y para los pueblos, pero aunque modesta y sencilla no intentarán abusar de ella, porque también es poderosa, y desenfrenada , podría arrasar con todo a su paso.
Luego lanzó las aguas sobre las tierras y estas comenzaron a fluir; desde los parajes más altos hacia los más bajos  y así en eterno ciclo.
Con el correr de los años los descendientes de aquellas tribus extendieron sus dominios y se hicieron poderosos, tan poderosos que creyeron poder dirigir el curso de la Vida a su antojo.
Desearon tener más posesiones de las necesarias y acaparar mucha más agua de la que podían utilizar.
Así fue que construyeron represas, diques y terraplenes; cambiaron el curso de los ríos, avanzaron con sus casas y campos sobre sus costas y envenenaron sus aguas con la insanía de sus cultivos.
Desde entonces ya nada fue igual; algunos poblados vieron desaparecer los arroyos bajo sus los cauces de sedientas piedras y las aguas de los grandes lagos artificiales  infectaron y enfermaron a sus gentes.
Los peces desaparecieron de los ríos y un olor nauseabundo se apoderó de las costas tapizadas de una extensa alfombra de desperdicios.
Muchos hombres se acostumbraron a vivir entre la basura, y hasta llegaron a justificar el horror en nombre del soñado progreso.
Pero aquellas aguas heridas y prisioneras una tarde de ardiente verano viajaron a los cielos en  gigantesca  procesión de gotitas.
Y el firmamento fue amo de tinieblas , giró en desenfrenados remolinos de viento y luces; Y por días no cesó de llover.
Las murallas carceleras cedieron y las aguas, explotando en libertades, corrieron desenfrenadas por sus antiguos dominios.
Arboles y bestias, campos y ganados, casas y sus gentes, insectos y reptiles; fueron presa de su vorágine.
Con muchísimo dolor y sufrimiento aquellos locos conquistadores, que no supieron medir la verdadera fuerza de su oponente aprendieron por fin la lección.
El agua manda.

1 comentario:

LEONOR dijo...

MUY LINDO PROFE!!