Hay menos tizas que desgranan
palabras, ideas, proyectos, utopías…
Hoy no está la de ella,
con su voz apagada, mirada triste,
tan convencida, tan enamorada,
solo quedó su vacío extrañado.
De pronto también faltó la tiza
que acompañaba una palabra pastosa,
una presencia segura,
y se notó su ausencia en las aulas,
en los corazones de su familia.
También hubo bancos sin ocupar,
sin escuchar las tizas que todavía deslizan
tristes, impotentes,
como el de él, con sus pelos largos
y sus pesados anteojos,
cargado de convicciones, amigo de sus amigos.
Cada día una nueva deserción involuntaria,
empujadas por la omnipotencia, el terror,
que no pudieron vaciar principios, ideales…
Con cada muerte morí un poco.
Hay pedacitos de mí que quedaron en esos años,
que marcaron mi pasado y mi presente,
que todavía duelen como entonces.
Quizás alguna tiza todavía desgrane
recordando esas vidas que dieron todo,
marcando aún su presencia.
2 comentarios:
excelente Liliana me encantó, describe sutilmente una epoca terrible de nuestro historia. besos
Lili que profundidad hay en ese relato felicitaciones
Graciela Rodriguez
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