Tener
un hijo, escribir un libro y plantar un árbol, no siempre alcanza, por eso, a veces
falta tener un árbol, plantar un libro, escribir un hijo.
Si
fuese costurera hilvanaría mis palabras, les colocaría botones, les cosería
lentejuelas y les haría dobladillos,
sabría cortarlas al bies, ponerles cierres, zurcirlas, bordarlas en la solapa y
pespuntearlas para terminarlas en forma prolija. No conozco el oficio, escribí
cosas que otras palabras no pueden remendar.
Comencé
diciendo: El sol se pintó de verde y caminó sobre la línea que separa los
cielos de la tierra. Usó al horizonte como cuerda floja y dejó que pase el día
mientras se dedicó a ser equilibrista. Un loro parlanchín escondido entre el
follaje le gritaba obscenidades, el sol en su deseo de alabanza las creyó un
piropo. El mundo entero se confundió y
se paralizó ante semejante acto. El sol, que miraba con sus propios ojos creyó
que le rendían pleitesía.
La
idea se esparció y quedó inconclusa,
entonces comencé a desarrollar
otra que exponía: Una mujer tendida sobre su cama lloraba sin consuelo
mientras otra le decía:” En estos tiempos ya nadie muere de amor, las mujeres
no se desmayan porque el corsé no les quita el aire, ni se sonrojan por
sentirse observadas, un amor borra al
anterior porque es saludable que así sea y la inmortalidad sólo le pertenece a
los dioses que son sepultados en tumbas que se visitan cuando se visita el
museo. Tampoco supe cómo continuar la idea.
Seguí
buscando, siempre buscando, entre la gente, entre los lápices y las notas,
entre las arvejas y las plumas de la almoada. Buscando la h que se escapó de mi
almohada y la h que Beatriz no encuentra
en orfandad y que es lo único que le sobra al huérfano.
Buscando
a pesar de todo y por lo que vendrá, mirando de reojo lo que ya se fue y
corriendo para no volver atrás. Revolviendo las ideas para encontrar algo distinto,
disfrutando de un vino, prendiendo otro cigarrillo, recordándote para olvidarte
de nuevo y seguir hurgando en textos viejos para plagiarme, sin encontrar nada.
¡Con tanto por decir! No encontrar nada, o no encontrar cómo.
Es
casi una herejía que induce a encender la hoguera que se alimentaba con brujas,
entonces recuerdo las brujas conocidas,
las que curan el empacho, las que dueñas
del futuro acarician la esfera de cristal, las que se dedican a inventar
historias y como una cosa lleva a la otra, vuelvo a la h que está al principio
de hermano y a la l de lejos y a algún embrujo que pudo haber provocado dichas
cosas.
Una
vez conocí a un hombre amigo de
Sigmund que tenía otra mirada,
seguramente, él, me diría alguna cosa sobre el inconsciente y que en este
texto, el preámbulo sólo es el camino, que mediante la palabra se llega a donde
se quiere llegar y que si tanto me empeciné con la costura, tome una aguja, un
hilo negro y cosa: embrujo, hermano, lejos y que sin lentejuelas ni canutillos,
termine mi prenda.
Texto publicado en EL OJO DEL CÍCLOPE