domingo, 24 de febrero de 2013

EL TESORO por RAQUEL MATUZ PEÑA



Lo moja la lluvia, lo despeina el viento
Chapoteando en charcos, rescatando estrellas
de barro se ensucian sus zapatos nuevos.

En su blusa blanca de pura tafeta
el niño al descuido se limpia las manos
La madre se enoja, a mi me hace gracia.

En medio del patio, dentro del aljibe
se cayó la luna. ¡Tamaño percance!
Con un balde viejo y una cuerda larga
cual si fuera un mago, la saca del pozo.

Para que no escape y no tenga frío
con una frazada de flores azules
y un par de nubes que bajó del cielo
de noche la cubre.

Con sus zapatos sucios, su pelo revuelto
Con la cara roja y su balde viejo
Recorre las calles, recorre las plazas
La gente lo mira, lo mira y le dice:
- Niño, no seas tonto, tira ese balde roto,
Él se ríe y piensa:
­- ¡Qué tonta la gente no sabe
 que  llevo un TESORO!

Poesía publicada en EL OJO DEL CÍCLOPE


miércoles, 20 de febrero de 2013

COMO EL ESPEJERO por NORMA MANZINI



Como en todos los cuentos de niños, aquel espejero hacía espejos y en ellos se metía y se perdía.
O aquel que se metía en un ropero y aparecía en el lugar del no sé dónde.
Yo me meto en mi imaginación y me pierdo en olvidos y en presentes, todo mezclado.
O aquél que inventaba países que venían del más allá y se perdían en el más acá.
Así es el recuerdo, la remembranza, las ilusiones y los olvidos, vienen y van, pero nunca se sabe a donde o de donde.
Todo se mezcla, y sin embargo conservan cada uno su individualidad. Todo revuelto pero desenredado, no como los hilos que al atarse a veces no se desatan más.
Así se hace a veces la vida que se esconde, te encuentra y te hace perder en sus vericuetos.
Y entonces a veces también salimos del espejo y no encontramos el lugar en donde estamos.
                                         
 Texto publicado en "EL OJO DEL CÍCLOPE"

jueves, 14 de febrero de 2013

CAMBIOS por BEATRIZ LEIBOVICH


Tomando mates  en el ocaso del día, pensó,
saldrá de paseo por los alrededores del pueblo,
cuidando de no alejarse demasiado.
Un silbido del tren que se acercaba,
y llegaban hombres con ojos alegres,
embriagados de recuerdos de sus trabajos, y se van.
Son orgullosos, de gran fortaleza.
Su corazón se pone a soñar, en esa estación sonora.
Recibe en su cabeza un mensaje de paz.
Baja una escalera, entra en un parque, mira y vuelve a mirar.
Era una maravilla lo que sus ojos veían.
Ya florecían las madrugadoras rosas, era invierno.
Prolongó su estadía.  Se dirigió a ver esa flor, azul distinta,
y... de pronto ella le habló:
Yo soy la flor de tus paseos, seré  tu sombra y tu guía,
ahora que los árboles se visten de blanco,
también cuando las glorietas se vistan de colores.
Embriaguez de luz, música y sueño, luna de plata, luminosa.
Ninfas y musas aparecen sin parar.
Pero ya despierta del sueño. Cambio de cuadro.
Ya no hay nada, todo cambió.
La noche nació oscura, volvió al sendero, subió la escalerita,
y se perdió en el pueblo.
Sueño y realidad, son antagónicas, pero siempre existirán.

  Poesía publicada en "EL OJO DEL CÍCLOPE"                                                     

lunes, 11 de febrero de 2013

LA CAJA por LILIANA LAPETINA


Abriste la caja.
Ahí estaba
tu pasión destruida
atravesada por la ira ciega,
por lo impetuoso, lo irrefrenable.
Por el tiempo que avanzó sin piedad,
sin respetar tu angustia, tu dolor.
Por años cerrada,
acumuló la música que ya no sonó
para el mundo…
Y nota a nota apelmazada
chorreó en un líquido dulce, suave
que humedeció tus dedos al tocarla,
que de pronto comenzaron a moverse
sobre un teclado invisible.
El aire comenzó a vibrar,
el líquido a evaporar todas sus notas.
Recuperaste la pasión sin ira,
con amor…
Y la música echó a volar.

Poesía publicada en "EL OJO DEL CÍCLOPE"

sábado, 9 de febrero de 2013

LA VEJEZ Y EL SILENCIO por MARÍA ELENA FUSTER


                                                                                                                                                      
            A veces, el silencio nos intimida con la maraña de pensamientos que habitan en nuestro cerebro y son torbellinos que aparecen y con ellos la angustia del paso del tiempo pero, si nos ponemos a reflexionar y vemos las cosas desde otro horizonte, con otros ojos o con otra mirada, puede parecernos sorprendente lo que vemos y sentimos dentro de nuestro ser, algo que, por más pequeño que sea se mueve y uno comprende que las cosas van cambiando pero, no son las cosas que cambian, somos nosotros mismos que poco a poco vamos avanzando por ese largo camino que aún nos falta recorrer. 
           ¡Ah, el silencio! Qué intenso puede resultar cuando entre palabras dichas así nomás, lo que más pesa es lo que no se ha dicho, aquello que ha sido conjurado por una alusión, una diagonal de nada, un punto final, donde no sobran ni son necesarias más palabras elegidas.
           Donde lo extraño y el abismo aparecen de la manera menos  pensada, tener la sensación de haber llegado irremediablemente tarde entre el cansancio del deseo y el vitalismo de la prosa. A veces, la vejez se ve a la distancia con otra mirada, como una jaula en la que sólo el deseo permanece joven y se repite una y otra vez la idea de que el tiempo pasado nos extraña y no es verdad. El tiempo enajena y la vejez - a la distancia - es siniestra.
          Más bien regresar es lo que se desea, desandar el camino de regreso a casa, como una meticulosa tejedora que desenreda una madeja de lana envuelta en una maraña, sin pensar que el camino de regreso a una tierra del pasado, el mismo tiempo la ha hecho ilusoria y fantástica, que tal vez nos brinde un cierto ardor incandescente en el corazón pero, no más que eso porque...
         Desandar es deshacer, es negar el camino de ida. Qué bello y armonioso puede llegar a ser el camino por más corto o largo que sea subiendo peldaño a peldaño hacia lo alto, donde la vejez no pesa, y se recorre a pie gozando lentamente, como si fuesen capas superpuestas, cálidas e hipnóticas, que a modo de brujería misteriosa nos son develadas como una pintura encantada, como un gran misterio escondido en un paraíso de formas y colores alucinógenos. Oír los sonidos que ascienden leves y coordinados y nos parece una voz a través de la cual se puede pensar la realidad,  reconocer las emociones y las tensiones secretas de las personas, entender el "por qué" y el "cómo" de las cosas con el mismo deslumbramiento de quien las está viendo por primera vez.
        Entonces, la vejez - a la distancia - se verá con otra mirada, esa mirada deslumbrada que nos hace sentir que hemos alcanzado la libertad absoluta de nuestro espíritu donde el recorrido que nos espera es el de ver, hablar, sentir y obrar de forma absolutamente emancipada y desde allí en más, ¡Con la mirada puesta en el punto final, luminoso, del camino que tarde o temprano deberemos recorrer!

 Texto publicado en "EL OJO DEL CÍCLOPE"


miércoles, 6 de febrero de 2013

FIESTA por BEATRIZ LEIBOVICH



Brillaba una estrella, traviesa, coqueta,
llena  de collares  que un día compró,
a un cometa viejo que por ahí pasó.
Envidian su moda las otras estrellas,
porque no lucen nada para el gran salón.
La fiesta del cielo se armó en poco tiempo,
se invitó a las rocas, a la basura cósmica,
y a un gran, gran avión.
Los satélites forman una orquesta con platillos,
bombos y todo en canción.
Venus es la cantante, tiene melodías, ella las creó.
Suenan a sirenas, al pasar dos veces,
sobre el Mar Caribe, allí las copió.
Todos los planetas hablan, comen,  ríen,
pero ¿ qué pasó?,
el planeta Saturno, no entra por la puerta,
 sus anillos densos, duros, ¡no se puede!
¡qué desilusión!
Pero no importa ya vendrá la Luna,
bailaran la danza fuera del salón.
Baile de los cielos, azules, alegres,
solo falta alguien, ya vendrá,
  Y es Dios.

Colección “Cuentos para niños”
        Beatriz Leibovich

lunes, 4 de febrero de 2013

WARMI SAYAJSUNGO por OLGA VALDEZ





Warmi Sayajsungo

Rosario Andrada de Quispe tiene 53 años y es colla.
Para encontrarla deberá viajar muchas horas hasta San Salvador de Jujuy, seis horas más en un colectivo lechero y luego caminar 5 km bajo el sol penetrante de la Puna.
El periodista se pregunta si valdrá la pena tanto sacrificio. Consulta varias veces cuánto falta  y la respuesta es siempre la misma: - El lugar de la Quispe esta ahisito nomá”.
Culmina el largo viaje y ahí parada en la soledad puneña con el sol asomando altivo entre los cerros una mujer espera.
De negros cabellos, la piel curtida por el viento y el sol, las manos ajadas de años de trabajo. Sencilla, silenciosa, de mirada firme y cautelosa.
Cobijaron sus primeros años ese pequeño poblado de casas de adobe y techos de cinc, la vieja estación de tres y la iglesia abandonada de Puesto del Marques.
Conoció el hambre, el pastoreo de las cabras, trabajó de sirvienta en la ciudad pero… la tierra tira y decidiò volver a sus cerros.
Creció con firmes valores que le enseñaron sus abuelos maternos.
El periodista escucha en silencio su relato no sin dejar de mirar alrededor. Dispara la pregunta: -¿Y dónde se inició este sueño? ¿Cuándo?
Allá en una habitación pequeña de paredes de adobe, en la soledad de los cerros, allá donde el viento silva con un susurro suave y penetrante, donde las tolas adornan el paisaje.
Corría el año 90 y mientras el presidente Menem afirmaba que Argentina era un país del primer mundo muchos morían de hambre en la Puna.
Ahi a 4000 m de altura comenzó a gestarse un sueño. Mujeres que contaban las mismas penas fortalecieron una esperanza. Esa esperanza, ese sueño lo llamaron Warmi Sayajsungo que en quechua significa “mujeres perseverantes” organizando un sistema de microcréditos para que la gente pudiera tener su propia empresa sin irse para buscar otros caminos.
El periodista mira cerros, tolas, caminos pedregosos y soledad y se pregunta cómo hace quince años Rosario logró lo que nadie.
El viento sopla, el sombrero vuela, corre tras de él que no quiere detenerse y mágicamente queda al pie de la primera Universidad en la Puna.
Los ojos del periodista miran a Rosario que con una sonrisa dibujada en su rostro le dice:
-Un sueño hecho realidad para que los hijos de la Puna tengan donde estudiar.
Tira la larga trenza hacia atrás.
Culmina la entrevista. El sol se pierde entre los cerros, el viento comienza a soplar frío, los cactus mudos espectadores del paisaje adornan con sus flores amarillas, ya las sombras se dibujan en el camino pedregoso.
Hay que emprender el regreso. Las bajas casas de adobe encienden sus luces y allí en la soledad de la Puna jujeña una mujer de ideas firmes se despide.
Allí donde parece que el mundo termina una mujer logró su objetivo.
Valió la pena recorrer tantos kilómetros.