A veces,
el silencio nos intimida con la maraña de pensamientos que habitan en nuestro
cerebro y son torbellinos que aparecen y con ellos la angustia del paso del
tiempo pero, si nos ponemos a reflexionar y vemos las cosas desde otro
horizonte, con otros ojos o con otra mirada, puede parecernos sorprendente lo
que vemos y sentimos dentro de nuestro ser, algo que, por más pequeño que sea
se mueve y uno comprende que las cosas van cambiando pero, no son las cosas que
cambian, somos nosotros mismos que poco a poco vamos avanzando por ese largo
camino que aún nos falta recorrer.
¡Ah, el silencio!
Qué intenso puede resultar cuando entre palabras dichas así nomás, lo que más
pesa es lo que no se ha dicho, aquello que ha sido conjurado por una alusión,
una diagonal de nada, un punto final, donde no sobran ni son necesarias más
palabras elegidas.
Donde lo
extraño y el abismo aparecen de la manera menos
pensada, tener la sensación de haber llegado irremediablemente tarde
entre el cansancio del deseo y el vitalismo de la prosa. A veces, la vejez se
ve a la distancia con otra mirada, como una jaula en la que sólo el deseo
permanece joven y se repite una y otra vez la idea de que el tiempo pasado nos
extraña y no es verdad. El tiempo enajena y la vejez - a la distancia - es
siniestra.
Más bien
regresar es lo que se desea, desandar el camino de regreso a casa, como una
meticulosa tejedora que desenreda una madeja de lana envuelta en una maraña,
sin pensar que el camino de regreso a una tierra del pasado, el mismo tiempo la
ha hecho ilusoria y fantástica, que tal vez nos brinde un cierto ardor
incandescente en el corazón pero, no más que eso porque...
Desandar es
deshacer, es negar el camino de ida. Qué bello y armonioso puede llegar a ser
el camino por más corto o largo que sea subiendo peldaño a peldaño hacia lo
alto, donde la vejez no pesa, y se recorre a pie gozando lentamente, como si
fuesen capas superpuestas, cálidas e hipnóticas, que a modo de brujería
misteriosa nos son develadas como una pintura encantada, como un gran misterio
escondido en un paraíso de formas y colores alucinógenos. Oír los sonidos que
ascienden leves y coordinados y nos parece una voz a través de la cual se puede
pensar la realidad, reconocer las
emociones y las tensiones secretas de las personas, entender el "por
qué" y el "cómo" de las cosas con el mismo deslumbramiento de
quien las está viendo por primera vez.
Entonces, la
vejez - a la distancia - se verá con otra mirada, esa mirada deslumbrada que
nos hace sentir que hemos alcanzado la libertad absoluta de nuestro espíritu
donde el recorrido que nos espera es el de ver, hablar, sentir y obrar de forma
absolutamente emancipada y desde allí en más, ¡Con la mirada puesta en el punto
final, luminoso, del camino que tarde o temprano deberemos recorrer!
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