domingo, 14 de abril de 2013

ELECCIÓN por MARÍA CRISTINA ZAMORA



Hacía unos días que Estela estaba nerviosa, desde que había hablado con Ricardo, su esposo, y éste se había negado rotundamente a que ella siguiera adelante con  su embarazo de casi un mes, alegando que todavía no era el tiempo de ellos para esa responsabilidad, y que además ya lo habían hablado al casarse bien claro que él no quería hijos, y que ¡cómo le había hecho eso!  Le dijo además que se desprendiera del mismo cuanto antes, que él buscaría información sobre  dónde podría ir ella para que la despojaran de ese  “problema”,  y que él le daría el dinero para esa intervención.
Se sentía cautiva de esa situación, perdida en las sombras de la incomprensión  y del absolutismo de él, el mes anterior había perdido  a su madre después de una dolorosa  y  larga enfermedad  y  sentía su alma, su corazón  y  su cuerpo heridos al ir acumulando dolor tras dolor; abrigaba una pequeña esperanza de poder huir de este castigo  que él le imponía tan cruelmente.
Miraba con su afligido corazón  los pájaros de cenizas golpeando en su ventana, ella misma parecía un pájaro  con las alas caídas, al sentir cómo el amor  que viene y va, iba dejando una huella gris de dolor detrás de él, alejándolo de su vida, perdiéndose .
Lo veía y lo sentía  como  a  una criatura extraña que ama sin ojos   y  en su egoísmo  destrozaba todo  sentimiento  puro, bello  y  bueno.
Dos días después del ultimátum, él le pasó un papel con una dirección, sin hablarla, puesto que no lo hacía desde el anuncio de su estado y al ver la reacción  y  decisión tan inconmovible  en él, ella le había rogado que no le hiciera eso, que la dejara seguir con el embarazo, que no quería deshacerse del mismo, que deseaba tenerlo, pero eso parecía que lo había enfurecido mucho más, llegándole a decir  que si quería seguir  adelante con eso tendría que hacerlo sola  y  olvidarse de él para siempre, que ella tendría que elegir, así que junto con la dirección le dejó un sobre con dinero  y  le avisó que tendría que ir sola pues no la podría acompañar ese día  ya que tenía que viajar con su socio  al interior  para cerrar una venta para la inmobiliaria  y esperaba que a su regreso estuviera todo solucionado  y  volvieran  a  estar como antes.
Su aura temblorosa  buscaba atraer una luz  que dispersara las brumas de sus angustiosos pensamientos que la rodeaban, la cubrían  y  absorbían oprimiéndole los sentidos,  deseó en su desesperación tener las livianas alas de plumas de los ángeles para  poder escaparse muy alto y muy lejos en donde no la encontrara.
Entonces tomó una decisión, buscó una de las maletas grande, puso en ella casi toda su ropa, el resto  en un bolso también grande con otras pertenencias suyas, guardó el sobre con el dinero que le había dejado junto a los ahorros que tenían de ambos, pues ella  trabajaba en la recepción de una importante  Compañía Internacional  desde hacía años  y  se fue. Por el momento buscaría un modesto Hotel, ya vería cómo luego se las apañaría, pero puesta en la obligación de elegir, se quedaba con su hijo, ella ya lo amaba  y viviría para él sin arrepentirse.
  
 Texto publicado en EL OJO DEL CÍCLOPE 

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